Todos somos conscientes de que una elevada exposición al sol puede derivar en cáncer de piel. Pero además de la piel, los ojos son una parte muy importante del cuerpo que hay que proteger de la radiación solar, pues una elevada exposición durante las primeras décadas de vida puede estar relacionada con la aparición de enfermedades como cataratas o degenaración macular (pérdida de agudeza de la visión central).

El cristalino es una parte del ojo que le permite acomodarse a la cantidad de luz que recibe. En el exterior, sobre todo con tiempo soleado, permite filtrar los distintos rayos ultravioleta (UV). El cristalino actúa como un filtro natural de los rayos del sol, pero no está a pleno funcionamiento hasta la edad adulta. Su papel de filtro protector se inicia a partir de los 12 años. Antes de esta edad, los niños son muy sensibles a los rayos UV porque su cristalino deja pasar más del 75% de la radicación.

«Los efectos de una incorrecta exposición solar sobre nuestra visión no son suficientemente conocidos». Además de los ya mencionados, desde el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega añaden otras patologías como úlceras en la córnea o incluso cáncer de piel en el párpado.

Quizá se haya sorprendido al ver a un menor mirando directamente la luz del sol sin parpadear, sin que sienta la más mínima molestia. «En los niños pequeños, el parpadeo de los ojos todavía no funciona a pleno rendimiento. Todavía no han adquirido el reflejo que les permite cerrar los ojos para protegerse de una luz intensa y por tanto son capaces de soportar una luminosidad intensa sin parpadear. Esta capacidad de mirar al sol fijamente y durante mucho tiempo, sin sentir dolor ni molestia, aumenta las consecuencias sobre la vista de una exposición solar prolongada», explican fuentes de la cadena de ópticas Alain Afflelou.

Hasta el primer año de vida, los pequeños solo son capaces de filtrar el 10% de los rayos UV, es decir, que el 90% restantes de rayos de sol alzancan la retina de los bebés. «La protección de la zona ocular es imprescindible desde los seis meses de edad», recomienda el doctor Hurtado de la Clínica Rementería. Entre el primer año y los 12, únicamente el 40% de los rayos UV son filtrados y es a partir de los 12 años cuando «las cantidades de rayos UV que alcanzan la retina van disminuyendo progresivamente gracias al cristalino, que se vuelve más opaco y puede empezar a actuar con eficacia como filtro natural de los rayos del sol», aclaran fuentes de Alain Afflelou, que desde hace 11 años realiza una campaña de protección solar infantil para concienciar a los padres de la necesidad de proteger los ojos de los más pequeños. Según sus datos, la protección de la visión se sitúa en cuarto lugar en el orden de prioridades de los padres para proteger a sus hijos del sol. De hecho, las ventas de gafas de sol infantiles suponen el 3% del total de gafas de sol vendidas.

Características de las gafas

Cuanto más pequeño es un niño, más grandes son sus pupilas, por lo que la cantidad de luz que entra al ojo es mucho mayor. El uso de gafas de sol por parte de los niños «es incluso más imporante que en los mayores», insiste también Boticaria García.

A la hora de comprar unas gafas de sol para los hijos, las ópticas y las farmacias son los establecimientos más recomendados por los profesionales, ya que así te aseguras que han pasado los controles pertinentes de sanidad y que las lentes van a proteger al 100% de los rayos UV.

Las gafas deben ser homologadas. Para comprobarlo, debemos buscar el marcado CE de conformidad europea, la etiqueta UV que indique son ofrecen una protección del 100% contra los rayos UVA y UVB y número de categoría de la lente.

El filtro UV nos indica que las lentes nos están protegiendo y eliminando de la radiación nociva que emite la luz solar por debajo de los 400nm. En cuanto a las categorías, «pueden ir desde la categoría 1 hasta la categoría 4, y hacen alusión a la cantidad de luminosidad que dejan pasar las lentes; es decir, no tiene nada que ver con la protección UV», aclaran desde MultiÓpticas. En el caso de los niños no se debe bajar de categoría 3, que es la más común y la aconsejada para el verano y días soleados. Las categorías 1 y 2 se indican para días menos soleados o invierno y la categoría 4 es más específica para circunstancias de luminosidad especiales, como practicar deportes de nieve, alta montaña o incluso el desierto. Esta última categoría está prohibida para conducir.

En cuanto al tipo de gafa, se recomienda que sean de pasta para ajustarse mejor al niño y que no le hagan daño. Además es importante que la gafa cubra todo el ojo y se encaje bien en la cara, que apoye por arriba en la zona de las cejas y por abajo en la nariz para que la luz no entre por los laterales.