Definitivamente el mundo se ha vuelto loco, y es que cualquiera consideraría como espectador de cine, ya sea español o americano, del norte o del sur, que Antonio Banderas, además de ser por décadas un galán de cine, reconocido por ser el gato con botas de ojitos tiernos («Shrek»), el zorro enmascarado de mil aventuras, y el malagueño más universal y, aunque no lo sabían, es un actor negro.

Esa historia, que fue rápidamente corregida, viene del comentario de prestigiosas revistas americanas como Deadline o Vanity Fair de que Banderas era «uno de los dos actores de color (negro)» candidato a los premios Oscar.

Acertaron con la afroamericana Cynthia Erivo, pero Antonio Banderas, todo él, como el público ha visto muchas veces es blanco, salvo cuando se bronceado al sol de su casa de Marbella (Málaga, sur de España).

Aunque Banderas no ha dicho nada al respecto, en la intimidad probablemente se habrá reído y habrá soltado algún chascarrillo andaluz, que le brotan de forma tan natural.

Desde que se convirtiera en alter ego del director manchego en «Dolor y gloria», con un esfuerzo que sólo ellos saben cuánto les supuso personal y profesionalmente, el malagueño se ha llevado once premios por esa interpretación, incluido el Premio de la Academia Europea.