¿Preparando ya las vacaciones? ¿A punto la lista de cosas que no pueden faltar en la maleta? ¿Hecha la revisión del coche? Clásicos de cada verano, aunque muchas veces se nos olvida uno: la comida para el viaje.

Aunque no es ninguna tontería pensar en llevarse algo de comer si tenemos un viaje largo en avión -hay compañías que incluso en vuelos transoceánicos ya no ofrecen comida gratis- es en los trayectos largos en coche cuando hay que hacer realmente bien los deberes gastronómicos.

Y es que el calor y las horas suelen ser una muy mala combinación para la conservación de los alimentos, tanto si se trata de llevar algo listo para picar de camino o que tiene que llegar a destino en buen estado. «Se considera lugar fresco y seco no sobrepasar los 25 grados, así que en verano eso es todo un reto», adivierte Lluís Riera, de la consultoría de seguridad alimentaria Saia.

Así que, aunque sea de sentido común, la norma elemental es que todo lo que pueda ir en el interior del coche y con aire acondicionado, mejor que en el maletero. Y si vamos a hacer paradas largas en el camino, evitar que los alimentos queden expuestos al sol y que la temperatura interior suba demasiado.

La solución más habitual y sencilla es usar una nevera de viaje que, con sus correspondientes hielos, es capaz de mantener una temperatura suficientemente baja como para evitar sustos a la hora de abrir o comer lo que hayamos preparado.

Un truco que puede sonar antiguo pero que funciona: si trasnportamos algo en un recipiente hermético, cubrirlo con papel de periódico ayudará a aislarlo del calor exterior. Para que luego digan que la prensa de papel no tiene utilidad.

De todos modos, los alimentos más sencillos para que se conserven sin problemas en un viaje serán las conservas, deshidratados, frutos secos -buena compañía también para picar algo de camino-, el pan y derivados, y también productos como el jamón ibérico que, dependiendo del contenido de sal que tengan, aguantan bien la temperatura ambiente.

¿Para beber? Agua. Los zumos naturales no se conservan demasiado bien, y sobre los envasados y bien cargados de azúcar ya hemos hablado suficiente. No es que se vayan a poner malos, pero no es buena idea incluirlos en nuestra dieta, estemos o no de viaje.

Exactamente lo mismo ocurre con los refrescos, que tampoco tienen problemas de conservación e incluso alguna campaña anima a incluirlos en el avituallamiento para el coche, pero que es mejor evitar por su contenido en azúcar.

Más alimentos a evitar: frescos, productos listos para el consumo y cualquier comida con huevo fresco en su preparación. Evidentemente, transportar congelados tampoco es una buena idea en un viaje largo en coche y en verano.

En cualquier caso, si queremos comer algo fresco, lo mejor -aunque seguramente no lo más económico, teniendo en cuenta los precios que se estilan en carretera- es comprarlo al momento para evitar posibles contaminaciones microbiológicas y el deterioro de las propiedades de los alimentos.