La típica frase de ceremonia de casamiento «hasta que la muerte los separe» no siempre se cumple en la realidad y, una vez que la pareja decide separarse, surge una catarata de tópicos que tienen que ver con lo organizativo y el cronograma de días que a cada uno le toca «convivir» con sus queridos hijos (con la culpa que eso conlleva). Y si esto ya trae consigo inimaginables desacuerdos durante el año, cuando llega diciembre y tienen que pactar con quién pasarán las fiestas los chicos, todo se exacerba mucho más. Lo cierto es que detrás de una pareja que se divorcia no sólo están los chicos, sino las familias –abuelos, tíos, primos– que quieren pasar tiempo con ellos. Por eso muchas veces, y con la buena voluntad de sus nuevas familias, los ex deciden pasar una Navidad ensamblada, bien al estilo «los tuyos, los míos y los nuestros». Según Eduardo Drucaroff, médico psicoanalista especialista en grupo y pareja de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), «para algunas familias donde hay una fuerte tradición respecto a estas fechas, que no estén los chicos puede significar un inconveniente muy grande. Pero hay que medir también qué significaría tener que compartir un lugar con gente que no se tolera entre sí».

DEJAR PASAR EL TIEMPO. Pasar una Navidad ensamblada no es para cualquiera, según Drucaroff tiene que «haber corrido bastante agua bajo el puente para que esta situación sea aceptable y llevadera para todos, tienen que haberse apaciguado mucho las pasiones y los desencuentros que llevaron a la separación». La historia de Mabel C. es un ejemplo de esto. Casada desde hace 28 años (37 juntos) con su marido Guillermo Mahle –él en segundas nupcias– ella es quien nuclea en su casa a toda la familia. Antes de conocerla, él estuvo casado con Lidia durante cinco años y tuvieron dos hijos: Pablo (42) y Mercedes (37). Después, con Mabel tuvieron a María Eugenia (26) y a Guillermo (24). «La Navidad siempre fue en nuestra casa y mamá es la organizadora de la familia, la que reúne a todos. Desde hace varios años ella invita a la ex de mi papá para que él pueda pasar la Navidad con todos sus hijos, y para ahorrarles un conflicto a mis hermanos de tener que decidir con quién pasarla, sobre todo porque una vez que crecimos muchos nos fuimos de viaje para Año Nuevo, o el 25 nos vamos a alguna pileta y la noche del 24 termina siendo el día de la reunión familiar. Para ella es un sacrificio, pero lo hace por nosotros», cuenta su hija María Eugenia. Y agrega: «Obvio que son diferentes a nosotros, tienen distintas visiones de la vida, pero siempre tuvimos una relación cordial y yo veo a Lidia como la mamá de mis hermanos, no como la ex de mi papá».

EL MOMENTO INDICADO. «Hacía dos años que Luis y yo salíamos, pero era la primera Navidad que pasábamos todos juntos –cuenta Valeria N. –: mi pareja, sus dos hijos, su madre, su hermana, mi hermano, su mujer, mis sobrinos, mis hijos y yo. Luis y yo preparamos todo, decoramos la casa, cocinamos varios platos y creíamos que estaba todo dado para que la pasáramos bárbaro. Al principio todos estaban callados, Luis y yo parecíamos dos animadores contratados para la ocasión. A medida que pasaba el tiempo, los adultos se soltaron y empezaron a charlar un poco. Pero los hijos de Luis, de ocho y doce años, pasaron toda la cena con el celular hablando con su mamá y con sus primos del otro lado. Cuando mi pareja les pidió que lo guardaran y conectaran con la cena, la nena de doce se largó a llorar y le dijo al padre que extrañaba a su mamá. Yo me puse mal, de culpa supongo, y sentí que mis hijos, que son más chiquitos, no entendían nada». Después de esa primera experiencia, ella y su marido resolvieron que sus hijos y familias todavía no están preparados para vivir un festejo ensamblado. Drucaroff explica: «La situación va a ser buena para los chicos siempre y cuando sea bien llevada por todas las partes. En cambio, si es muy tensa es preferible aceptar la realidad de que son dos familias diferentes, que aquella familia ya no existe más como tal, sino que fue reconfigurada y, por lo tanto, la mejor opción es aceptar que hay que separar las fechas».

APRENDER A CEDER. Vale la pena compartir también la historia de Carola. Ella creía que después de cinco años de convivir junto a sus hijos Martín (11) y Daniela (8) y su nueva pareja, Juan, y de pasar cumpleaños y algunos otros festejos todos juntos (leáse: los hijos y familias de ambos y los ex de ambos con sus nuevas parejas y también con sus hijos), estaban listos para una Nochebuena en formato multitudinario. «Ana, la ex mujer de Juan, está casada con un hombre bastante más grande que ella y viven con los dos hijos adolescentes de él, Facundo (18), el hijo de Ana y Juan y la nena de cuatro de años de su nueva pareja. Aunque suene raro, a mí ella me cae bien, siempre me pareció una mamá muy canchera, no somos amigas, pero tenemos un trato cordial», cuenta Carola. Como la Navidad multitudinaria era idea de Carola, la sede elegida fue su casa, y cada familia llevaba algo. «Había quedado con Ana que ella traía el postre, me imaginé que iba a traer helado o una mousse, pero no, trajo golosinas, todas cosas que mis hijos no comen. Por suerte, el hermano de Juan había traído dos tortas para el café, así que serví todo junto. Finalmente todo salió bien, brindamos y todos se fueron, pero me di cuenta de que lo que uno da por sentado con su familia, no lo es en estos casos», concluye Carola. Sobre esto, Eduardo Drucaroff concluye: «Nunca va a ser 100% satisfactorio para todos a la vez. Lo importante es hacer transacciones en búsqueda de lo que es mejor para todos. Si no lo es, es preferible dividir las fechas y aceptar la realidad».

Al parecer, preparar tres arrollados, cuatro torres de panqueques salados, dos matambres mechados y llenar la casa de guirnaldas y velas no es suficiente para garantizar una fiesta en paz. Es que cuando de Navidades ensambladas se trata hablamos de empalmar tradiciones, ajustar expectativas y amoldar deseos. A veces sale mejor, a veces no tanto. Todo es aprendizaje, y siempre hay un nuevo año para tener la revancha.

PLANIFICAR Y COMUNICAR. Susana Moguilevsky, psicoanalista especialista en pareja y familia, propone algunos tips para tener en cuenta: Evita que los chicos sean trofeos a ganar o perder en las peleas entre los padres. Comunica a los chicos con quién pasarán cada fiesta. Elegir entre mamá y papá puede resultar muy angustiante para ellos. Si son más grandes se puede consensuar. Divide las fiestas en 24, 25, 31 y 1º para que los chicos pueden pasarla con distintos integrantes de la familia original y de la ensamblada. Permite que los chicos llamen por teléfono o reciban una pequeña visita del padre que no está presente. Planifica el festejo teniendo en cuenta las tradiciones de ambos lados de la familia.