Es la trágica historia de la que todo el mundo conoce el final: el Titanic se hunde. Sus últimas horas se han convertido en material para crear un mito, alimentado por las distintas versiones de las películas sobre la historia.
Hace 106 años, el colosal barco chocó contra un iceberg a toda velocidad. Dos horas y medio más tarde, se hundió en el fondo del Atlántico y por ello murieron más de 1.500 hombres, mujeres y niños.
La tragedia ha inspirado una serie de películas, documentales y teorías conspiratorias.
La película «Titanic» dirigida por el estadounidense James Cameron, original de 1997 y reeditada en 3D en 2012, nos recuerda que lo que mucha gente sabe de los acontecimientos de 14 de abril 1912 no proviene de un hecho histórico, sino de la pantalla grande.
¿Insumergible?
En la cinta, la madre de la protagonista mira hacia el barco desde el muelle de Southampton, una ciudad del sur de Inglaterra, y señala: «Así que este es el barco que dicen que es imposible de hundir».
Aunque el hundimiento apareció mucho en los noticieros del cine mudo de la época, había muy poco material de archivo de la propia nave.
Esto porque el Titanic no fue una gran noticia antes de hundirse.
Su buque gemelo, el Olympic, le robó protagonismo en su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York en 1911. Tenía el mismo capitán que el Titanic, recorrió el mismo camino, tenían las mismas instalaciones de seguridad y el mismo número de botes salvavidas, o los mismos faltantes.
La última canción de la banda
Una de las más bellas imágenes que ofrecen en muchas de las películas sobre el Titanic es de la banda tocando mientras el barco se hunde.
La leyenda dice que los músicos permanecieron en cubierta en un intento de mantener en alto la moral de los pasajeros, y que la última melodía que tocaron fue el himno «Más cerca, mi Dios, a ti». También que ninguno de ellos sobrevivió y se convirtieron en héroes.
Simon McCallum, curador del archivo del British Film Institute, dice que los testimonios relatan que la banda tocó en la cubierta, pero hay un debate acerca de cuál fue la canción final.
«El pasajero que recordó ese himno en particular fue lo suficientemente afortunado para salir mucho tiempo antes de que el trasatlántico se hundiera. En realidad nunca sabremos si los siete músicos murieron, pero es una licencia poética», dice McCallum.
Paul Louden-Brown, miembro de la Sociedad Histórica del Titanic que trabajó como consultor en la película de Cameron, dice que la escena de los músicos en la película de 1958 A Night To Remember era tan maravillosa que el director decidió repetirla.
La muerte del capitán Smith
Poco se sabe sobre las últimas horas del capitán Edward J. Smith, pero se le recuerda como el héroe, a pesar de aparentemente no haber atendido las advertencias y no frenar la nave cuando se le informó que había hielo en su camino.
«Él sabía cuántos pasajeros había en el barco y el número de espacios en los botes salvavidas y permitió que salieran parcialmente llenos», dice Louden-Brown, a quien no le gustan las representaciones excesivamente benévolas del capitán en el cine.
Se dice que el primer bote salvavidas, con una capacidad de 65 personas, contenía tan sólo 27 personas. Muchos de estos barcos salvavidas se fueron medio vacíos y no regresaron a recoger a los sobrevivientes.
«Smith es el responsable último de todas las fallas de la estructura de mando a bordo. Nadie más puede tener la culpa», añade Louden-Brown.
El capitán Smith no emitió una orden general de «abandonar el barco», lo que significa que muchos pasajeros no se dieron cuenta de que el Titanic estaba en peligro inminente. No había ningún plan para una evacuación ordenada, ni se hicieron simulacros de emergencia con antelación.
John Graves, del Museo Nacional Marítimo de Londres, está de acuerdo en que en esa fatídica noche «Smith parece haberse desvanecido en el éter». Él piensa que el capitán puede haberse traumatizado cuando se dio cuenta que no había botes salvavidas suficientes.
El empresario malvado
Las historias que rodean a J. Bruce Ismay, el presidente de la compañía que construyó el Titanic, son muchas pero casi todas se centran en las denuncias acerca de su supuesta cobardía al escapar del barco que se hundía, mientras que los demás pasajeros, especialmente mujeres y niños, fueron abandonados a su suerte.
Todos los guiones retratan a Ismay como un cobarde que intimidó al capitán para que condujera más rápido el barco y después salvó su propio pellejo al saltar al primer lugar disponible en un bote salvavidas.
Algunos sobrevivientes dijeron que subió al primer bote salvavidas, otros que pidió a su propia tripulación que se lo llevaran y el barbero del barco contó fue el propio oficial jefe el que lo puso en un barco.
Sin embargo, Lord Mersey, quien dirigió la investigación británica sobre el hundimiento en 1912, llegó a la conclusión de que Ismay había ayudado a muchos otros pasajeros antes de encontrar un lugar para sí mismo en el último bote salvavidas que salió de estribor.
«Si no hubiera saltado en él simplemente se hubiera añadido una vida más a las que se perdieron», dijo.
Los pasajeros de tercera
Una de las escenas más emotivas de la película de Cameron retrata a los pasajeros de tercera clase retenidos bajo cubierta contra su voluntad, sin que se les permitiese llegar a los botes salvavidas.
Richard Howells argumenta que no existe ninguna evidencia histórica para apoyar esto.
Existían rejas que separaban a los pasajeros de tercera clase de los demás. Pero esto no era en previsión de un naufragio, sino en cumplimiento de las leyes de inmigración de Estados Unidos y la temida propagación de enfermedades infecciosas.
Los pasajeros de tercera clase incluían armenios, chinos, holandeses, italianos, rusos, escandinavos, sirios y británicos, quienes embarcaron en busca de una nueva vida en EE.UU.
«En virtud de la legislación estadounidense vigente, los inmigrantes tenían que ser mantenidos por separado. De manera que, antes de que atracara en Manhattan, el Titanic habría tenido que detenerse en la isla de Ellis, para que estos fueran sometidos a controles sanitarios y a los controles de inmigración», dice Howell.
Cada clase tenía acceso a su propia cubierta y a botes salvavidas asignados.
Aunque el factor crucial es que en la sección misma de tercera clase del barco no fueron almacenados botes salvavidas.
Los pasajeros de tercera clase tenían que encontrar su camino a través de un laberinto de pasillos y escaleras para llegar a la cubierta del barco. Los pasajeros de primera y segunda clase tenían más probabilidades de llegar a los botes salvavidas situados en la cubierta del barco.
El informe que se elaboró tras la investigación británica reveló que el Titanic estaba en conformidad con la ley de inmigración estadounidense en vigor en el momento y que las acusaciones de que los pasajeros de tercera clase fueron encerrados bajo cubierta eran falsas.
Cuando los botes salvavidas finalmente se bajaron, los oficiales dieron la orden de que «las mujeres y los niños» debían ir primero. Así, se registró que 115 hombres de primera clase y 147 de segunda dieron un paso atrás para hacer espacio y como resultado murieron.
Ningún pasajero de tercera clase ofreció testimonio en la investigación británica, pero estuvieron representados por un abogado, W. D. Harbinson.
Éste llegó a la conclusión de que «no se dio ninguna evidencia en el curso de este caso para fundamentar una acusación de que se realizara algún intento para contener a los pasajeros de tercera clase».
Sin embargo, la clase hizo una diferencia: menos de un tercio de los pasajeros de tercera sobrevivieron.
Aunque las mujeres y los niños lo hicieron en mayor número en todas las clases, ya que se les dio prioridad en los botes salvavidas.
Fuente: BBC Mundo