Ya ha recibido el Globo de Oro a la mejor actriz de comedia y ahora espera, pellizcándose para darse cuenta de que lo que está viviendo es real, la gran noche de los Oscar. Tiene 23 años pero ya es su tercera nominación, en esta ocasión por su papel protagonista en ‘Lady Bird’. En ella interpreta a una adolescente rebelde. La vida misma.
A sus 23 años Saoirse Ronan (Nueva York, 1994) ya ha sido nominada tres veces a los Oscar. La última, este año, por su interpretación en ‘Lady Bird’, ópera prima de la directora Greta Gerwig que se estrena el 23 de febrero en España precedida de una recaudación millonaria en los cines de Estados Unidos, una batería de nominaciones y premios (hace unos días Ronan recogía de impoluto negro el Globo de Oro a la mejor actriz de comedia) y cierto delirio mediático en torno a este relato agridulce sobre la búsqueda de identidad.
En la película interpreta a Christine, alias ‘Lady Bird’, una adolescente de Sacramento que ha perdido la fe en el mundo: se avergüenza de su familia, detesta el colegio de monjas en el que estudia, fracasa en su primera tentativa amorosa y sueña con ser aceptada en Yale a pesar de su pésimo expediente académico. Su vida es tan caótica que no duda en saltar de un coche en marcha durante una discusión con su madre.
«Sin embargo, cuando ves el final de la película es imposible resistir la tentación de coger el teléfono y llamar a tu madre para darle las gracias», se sincera Saoirse Ronan en su cita con Yo Dona. La primera vez que la actriz neoyorquina leyó el guión le pareció «absolutamente cautivador, como una de esas novelas en las que las páginas se pasan solas y no puedes dejar de leer». Cada uno de los personajes funciona como una pieza de engranaje dentro de la compleja maquinaria de una nueva generación, aún pendiente de nombre, nacida a mediados de los 90.
Hay quienes han querido ver en ‘Lady Bird’ una suerte de precuela de ‘Frances Ha’, de Noah Baumbach, en la que Gerwig interpretaba a una treintañera en plena crisis existencial. La directora y guionista le pasa ahora el testigo a Saoirse Ronan, quien tras dar buena cuenta de su enorme potencial interpretativo en ‘Expiación’, ‘Desde mi cielo’ y ‘El gran hotel Budapest’ podría convertirse en la nueva musa del ‘mumblecore’ [movimiento que persigue los valores éticos y estéticos del primer cine independiente] con esta conmovedora historia sobre la adolescencia como iniciación a la derrota.
¿En algún momento imaginaste que una película ‘indie’ podría convertirse en un fenómeno mundial?
La acogida ha sido sensacional, pero mentiría si dijera que me ha pillado por sorpresa. Antes incluso del estreno se podía notar una cierta energía en el ambiente, como si la gente estuviera esperando una historia como la de ‘Lady Bird’. No es solo una película oportuna, sino también una apuesta valiente, pues se adentra en un terreno poco transitado por las cámaras como es la adolescencia. Y lo hace sin seguir los patrones convencionales, sin incurrir en estereotipos sobre la virginidad, el amor romántico o la iniciación en la vida adulta. ‘Lady Bird’ es mucho más que eso. Cada pequeño detalle está cargado de significado.La película ha recibido en la web de críticas de cine ‘Rotten Tomatoes’ mejores comentarios que ‘Ciudadano Kane’ y ‘El Padrino’.
¿Tiene ‘Lady Bird’ vocación de clásico?
Más que una película generacional, es un relato universal. Quien más quien menos, todo el mundo ha pasado por experiencias similares, no solo en la adolescencia, también en la vida adulta. La sencillez de la película es solo aparente pues cada escena está pensada para profundizar en los instantes cotidianos. La vida real aparece diseccionada como en un álbum de fotos que nos permite observarla y analizarla desde una perspectiva diferente. Es posible, o así lo espero yo, que dentro de 20 años la gente siga encontrando respuestas en este filme o, al menos, planteándose ciertas preguntas.
¿Te reconoces en las angustias existenciales de ‘Lady Bird’?
Cuando era pequeña mi familia se mudó a Irlanda, por lo que también a mis 17 años soñaba con ir a Nueva York. Hay cosas que me recuerdan a mí, pero me identifico más con las situaciones que le toca vivir que con su forma de abordarlas. En ese sentido, lo que me conmueve de ella es que, a pesar de las dudas que la acechan y de los errores que comete, se las ingenia para mantener intacta su esencia. De este personaje he aprendido muchas cosas, pero sobre todo a valorar las relaciones con los demás. A veces los amigos o tu familia no te comprenden, o al menos así lo sientes, pero eso no quiere decir que no sean fundamentales para seguir adelante.
¿Porque no sabe muy bien cuándo pedir perdón y cuándo dar las gracias?
Porque vive en un caos emocional. Se siente abrumada, decepcionada, frustrada, y al mismo tiempo motivada y con ganas de abrirse camino. Quiere viajar, estudiar, tener éxito, desea ser alguien pero todavía no tiene muy claro quién. Al principio cree que su familia es una especie de losa, pero poco a poco va comprendiendo que en realidad se trata de un pilar fundamental.
¿Cómo fue trabajar con Greta Gerwig?
Es una mujer muy especial. No solo está dotada de un gran talento, sino que además se involucra al máximo en cada proyecto. Concibió un personaje tremendamente complejo, lleno de contradicciones y dudas, inspirado en su propia adolescencia, y yo me he esforzado mucho en ser fiel a lo que ella quería transmitir. No se despegó de mi lado en todo el rodaje. Quería que me sintiera cómoda, que trabajara en las mejores condiciones y que pudiera acercarme al papel de la manera más natural posible. Ha conseguido convertir la pantalla del cine en un espejo en que la gente pueda verse reflejada.
Tu padre, Paul Ronan, también es actor. ¿Qué aprendiste de él?
Que el éxito no está garantizado, que hay que luchar para que las cosas salgan como uno quiere sin dejar de ser fiel a ti mismo. Mis padres me criaron para que tuviera la oportunidad de ser realmente quien quería. No en vano en irlandés Saoirse significa libertad.
¿Por qué no disfrutas viéndote en las películas?
No es que no lo haga o que sea excesivamente crítica, como se ha dicho, sino que no ruedo películas para verme en el cine. Para eso están los otros títulos de la cartelera. Para mí lo importante, lo que realmente me satisface, es el proceso que me lleva a meterme en la piel de cada personaje. En mi trabajo me interesa más el viaje que el destino.
No eras ni una adolescente cuando te nominaron por primera vez a los Oscar. ¿Cómo recuerdas aquella experiencia?
Me encontraba en un rodaje en Nueva Zelanda con mis padres. Nunca había estado allí, así que cuando me dieron la noticia tuve que pellizcarme varias veces para asegurarme de que no estaba soñando y que todo lo que estaba viviendo era real.
A la tercera va la vencida. ¿A quién le dedicarías el premio?
Prefiero no especular. Lo que tenga que ser será. Pero todo lo que me ha dado esta película se lo dedico a mi madre, por haber estado siempre ahí cuando la he necesitado.