Todo empezó con un manifiesto firmado por cerca de 8.000 mujeres en el que cuestionaban su realidad. ¿Por qué si las mujeres constituyen el 80% de la fuerza laboral en las editoriales solo un 30% accede a puestos de responsabilidad? ¿Por qué la voz masculina siempre se asocia a la literatura universal mientras que la femenina a lo local?
Una semana antes del histórico 8 de marzo nació Mujeres del Libro, un colectivo que alzó la voz para visibilizar a ellas y reivindicar equidad en el sector, emulando la acción que llevaron a cabo las periodistas. Aunque conocidas en las redes, no se habían dado a conocer al público en persona, hasta este pasado domingo 27 de mayo. Patricia Escalona (editora), Begoña Huertas (autora), Marta Martínez (editora), Sheila Mateos (librera) y Lucía Valcárcel (librera), de las delegaciones de Cataluña, Navarra y Madrid, se dieron cita en el parque El Retiro de Madrid para con contar su historia, representando al grupo formado por aproximadamente 70 mujeres del sector de toda España.
“Yo no leo literatura escrita por mujeres”. Son las palabras con las que Lucía Valcárcel, de la librería Los editores, recuerda a un asiduo cliente. El mismo rechazo a la literatura escrita por mujeres siente por parte de sus clientes Sheila Mateos, de la librería vallecana Muga. “Cuando les das a los adolescentes una autora se echan muchísimo para atrás” cuenta Mateos. Mientras que las mujeres han estado siempre acostumbradas a comprar libros escritos por hombres, venderles a ellos uno escrito por una mujer resulta más complicado. Mateos no recuerda haber vendido todavía a un solo hombre el Manual para mujeres de la limpieza, de Lucía Berlin.
El prejuicio de que los libros escritos por mujeres no pueden alcanzar lo universal se sigue colando entre las estanterías. “La experiencia literaria universal siempre se identifica con la experiencia masculina”, afirma la editora con más de 20 años de experiencia en el sector y portavoz de la organización Patricia Escalona. Cuando una mujer escribe un libro en el que aparece una pareja, los reseñadores (en su mayoría hombres) reducen la intriga a una historia de amor, mientras que con un libro escrito por un hombre dirán que la historia va de relaciones humanas, asegura la escritora Begoña Huertas. “La validez literaria no tiene que ver con el género. Es imposible que no haya mujeres literatas a la altura”, sentencia Escalona.
Por estas razones, el colectivo se ha fijado como uno de sus objetivos a largo plazo que la voz masculina no sea la que tenga el monopolio de lo universal y que la voz femenina no se siga asociando solo a lo local, lo doméstico. Aunque saben que este cambio es estructural, que debe comenzar desde el colegio y que necesitarán la colaboración de los hombres. A corto plazo el grupo se ha fijado exigir algo más concreto: que en las próximas ferias del libro haya paridad entre los invitados.
Pese a que aspiran a transformar el imaginario literario de hombres y mujeres, la brecha salarial sigue siendo algo contra lo que están luchando, y demandan que se generen datos para conocer la verdadera situación de las mujeres en la industria ya que hasta ahora no existe un estudio sobre sesgo salarial. “Si a mí me prueban que la brecha salarial no existe daré palmas con las orejas”, exclama Patricia Escalona.