A las 8:16 de la mañana en Florida, Donald Trump volvió este viernes a una de sus aficiones favoritas: exigir a sus rivales difíciles concesiones a cambio de acuerdos. En un mensaje en Twitter, el presidente estadounidense insistió en vincular un pacto con la oposición demócrata que renueve el programa DACA, que evita la deportación de los dreamers (inmigrantes indocumentados que llegaron de niños a Estados Unidos), con medidas de mano dura en inmigración, como la construcción de un muro con México, promesa estrella de su campaña electoral.

“A los demócratas se les ha dicho, y lo han entendido completamente, que no puede haber DACA sin el desesperadamente necesario muro en la frontera sur y el fin de la horrible inmigración en cadena y el ridículo sistema de lotería migratoria, etc. ¡Debemos proteger nuestro país a cualquier coste!”, escribió Trump desde su club de Mar-a-Lago, en West Palm Beach, donde pasa las vacaciones navideñas.

La amenaza del presidente republicano, que emplea la mano dura en inmigración como acicate de su base de votantes, no es nueva desde que nació esta crisis. El Departamento de Justicia anunció en septiembre el fin de DACA, la directiva del Gobierno del demócrata Barack Obama que concede permisos temporales de residencia legal en EE UU para unos 800.000 inmigrantes adultos para trabajar, estudiar o servir en el Ejército. Si el Congreso, donde los republicanos son mayoría, no actúa, el programa finalizará el 5 de marzo.

Tras esa decisión, considerada muy impopular tanto para los votantes republicanos como demócratas, Trump llegó a un acuerdo verbal con los legisladores demócratas para proteger a los dreamers. Pero poco después se desdijo y decidió usar a ese colectivo como carta de negociación: vinculó cualquier pacto con la aprobación de un paquete de medidas, que incluía fondos para el muro con México, limitar los permisos de residencia, acelerar las expulsiones de indocumentados o contratar a 10.000 agentes fronterizos.

El contexto actual es nuevo. La cúpula demócrata del Congreso hizo la semana pasada un gesto a Trump al permitir que se aprobara una prórroga del presupuesto federal, que evitó el cierre del Gobierno, sin reclamar a cambio un pacto sobre DACA. La extensión del presupuesto finaliza el 19 de enero. Los dirigentes demócratas confían en alcanzar antes de entonces un acuerdo con el presidente sobre los dreamers, pero esa estrategia ha acrecentado la impaciencia de los sectores latinos de la bancada demócrata y Trump no mostrado por ahora ningún indicio de flexibilidad.

Más bien lo contrario. En la víspera de su mensaje en Twitter, el mandatario ya mandó una advertencia. En una entrevista al diario The New York Times, aseguró que está “trabajando” con los demócratas para llegar a un acuerdo en inmigración y DACA. “Podemos hacer algo espectacular mediante el bipartidismo”, dijo. Pero avisó: “No haría DACA sin el muro. Porque lo necesitamos. Vemos las drogas esparcirse por el país”.

En la entrevista, Trump también aseguró que los demócratas coinciden en la necesidad de hacer cambios al programa de inmigración en cadena, que desde 1981 ha facilitado la llegada de 20 millones de personas con familiares en EE UU, y al sistema de sorteo por el que Washington concede unos 50.000 visados al año a ciudadanos de países con bajas tasas de inmigrantes en el país.

El Gobierno Trump ha puesto con fuerza el foco en ambos programas en las últimas semanas al relacionarlos, sin ofrecer pruebas concluyentes, con casos de amenaza terrorista. Un inmigrante uzbeko, que llegó a EE UU gracias al sistema de lotería, fue el autor de un atentado, en nombre del Estado Islámico, en octubre en Nueva York en que murieron ocho personas. A principios de diciembre, un inmigrante bangladesí llevó a cabo un frustrado ataque en el metro de esa ciudad y las autoridades anunciaron que había ingresado legalmente en 2011 a EE UU por la vía del reagrupamiento familiar.

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