Es complicado elaborar una lista de «temas ríspidos» que abordan las parejas que llegan a terapia para superar una crisis, pero la psicóloga y escritora Alicia López Blanco los aborda en su último libro Ser, hacer y trascender (Albatros). Lo hace con el objetivo de que reflexionemos sobre nuestros propios patrones: esos modos de ser que suelen automatizarse y nunca se cuestionan.
Uno de los mecanismos más habituales que aparecen en la consulta es la proyección (cuando ponemos en el otro la causa y la solución de nuestro malestar o conflicto) y la aceptación del otro más allá de lo que nos gustaría. «Siempre es más difícil asumir las propias dificultades y resistencias», analiza Blanco, y repasa otras de las maneras nocivas de boicotear la pareja. Seguro te suenan.
- TODO NEGATIVO. La negatividad o la tendencia a ver el lado débil de todo puede hacer subir la intensidad conflictiva de cualquier relación. Es cierto que la falta es lo que nos motoriza hacia un nuevo objetivo: el problema es cuando nos enfocamos en el agujero todo el tiempo.
- YO MANIPULO, TÚ MANIPULAS, NOSOTROS… Manipular al otro de manera solapada y lograr que haga lo que uno quiere es otro motivo de discusión. Una típica: que él o ella tengan la sensación de que está haciendo algo mal, aunque nadie lo verbalice directamente. A veces es un gesto, una simple actitud o una entonación. Un ejemplo: estás por ir a encontrarte con tus amigas y él te dice, «andá tranqui, me quedo solo, algo voy a encontrar para hacer». Detrás de la autocompasión y la victimización puede haber una manipulación encubierta.
- DIARIO DE QUEJAS. La queja también tiene que ver con la falta de responsabilidad personal sobre lo que nos pasa. Es claro que enunciar en voz alta una insatisfacción no es pura catarsis: estoy esperando que el otro haga algo por mí que yo no estoy pudiendo hacer.
MOVERSE EN OTRA DIRECCIÓN. «Es una época reactiva -sintetiza Fernando Rubano, psicólogo especialista en pareja de la Escuela Sistémica Argentina- Solemos caer en respuestas emocionalmente muy fuertes y desmedidas con lo que realmente sucede. Por ahí una pareja pasa tres días sin hablarse porque no se quieren escuchar. Estamos poco tolerantes y nos cuesta muchísimo trabajar por la relación».
¿Y cómo combatir estas dinámicas tóxicas? No hay grandes secretos, aunque lo más simple a veces cueste tanto. Hay que intentar abrir el diálogo, flexibilizar posiciones y disminuir las expectativas que derivan en frustración. Hay que generar acuerdos y encontrar un modelo adecuado para resolver los conflictos que aparecen. Al diseñar pautas y límites distintos la pareja se alivia y recobra las chances que alguna vez tuvo.