Seguramente habrás escuchado que los papás actuales no ponen “castigos” sino “consecuencias”. Aquí te explicamos de qué se tratan.
Primero que nada, aprende que no salen de la nada. ¿Cuántas veces no padeciste castigos que parecían arbitrarios o desproporcionados, tipo “no sales todo el mes”? Las consecuencias intentan ser causas provocadas por los actos de tus hijos. Esto hace que sean balanceadas con el acto cometido, pues son derivadas directamente de él. Por ejemplo, si tu hijo no levantó su ropa sucia, sería exagerado que le quitaras su juguete favorito una semana, pero tendría más lógica que sus pantalones preferidos sigan sucios al día siguiente.
Ocurren tienen qué, así sucede. Se trata de que los padres no tapen los baches que hacen sus hijos para que se responsabilicen por sus actos. ¿No hizo la tarea? No corras a hacérsela tú misma y lo castigues quitándole el postre, simplemente deja que no la lleve y la maestra se encargará de que reciba su consecuencia. Esto le enseñará que todos nuestros actos tienen resultados en el mundo, lección de gran utilidad en la adultez.
Te permiten mantenerte objetiva. Acuérdate de tu mamá cuando te ponía un castigo: seguramente estaba furiosa. Una consecuencia no te involucra emocionalmente porque es algo que tu hijo se provoca a sí mismo. Simplemente dirás “qué lástima que te perderás de tu caricatura favorita, pero es buena lección. La próxima vez procura hacer tu tarea a tiempo”.
Separan al acto de la persona. Poner límites amorosos significa frustrar las conductas que no queremos en nuestros hijos sin que esto signifique que no los queremos a ellos. El mensaje es “lo que hiciste estuvo mal, pero tú no estás mal. Haz aprendido algo y confío en que la próxima vez harás lo correcto”. Es por esto que es especialmente importante no usar calificativos como “qué egoísta eres”, “qué mal hermano eres” y mejor decir “fuiste egoísta” o “lo que hiciste estuvo mal”.
Firmeza, no hostilidad. Al hablar firme, no pretendemos aplastar al otro, simplemente establecer lo que se permite y lo que no. Recuerda que hablar a tus pequeños con respeto y claridad los enseñará a respetarse a sí mismos y a los demás.
¡A formar seres conscientes!