Este mensaje, que lleva décadas circulando con mayor o menor éxito, vuelve a ser confirmado por una revisión sistemática de la evidencia disponible elaborada por investigadoras del Reino Unido. Según esta investigación no existe un rango específico de consumo que pueda estimarse como seguro porque incluso el consumo “moderado” tiene efectos negativos.

“Hemos reunido todos los resultados de los estudios que han medido los daños que ocasiona el alcohol en el embarazo y así hemos podido concluir con mayor certeza que el alcohol durante la gestación tiene efectos negativos incluso a niveles que no tienen que ver con el abuso o la adicción”, señala Luisa Zuccolo, directora del estudio y profesora titular de Epidemiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Bristol.

Miguel Marcos, médico e investigador del Grupo de trabajo «Alcohol y alcoholismo» de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), explicaba en un reportaje sobre el trastorno del espectro alcohólico fetal que incluso en bajas dosis el consumo de alcohol durante el embarazo puede provocar daños en el desarrollo del cerebro, alteraciones del crecimiento o malformaciones.

¿Por qué no se puede hablar de una cantidad “segura” durante el embarazo? La respuesta, spoiler, es mucho más compleja de lo que puede parecer.

Es imposible hablar de una dosis segura

En una escena de la tercera temporada de Mad Men, Betty Draper aparece fumando y tomando una copa de vino tinto tumbada sobre su cama. El alcohol, ya se sabe, es un personaje más de la serie: no hay escena posible sin una copa de vino, un whisky solo con hielo o un vodka Gimlet. Son los años 50 y 60 de un Estados Unidos que parece dispuesto a recuperar el tiempo perdido, y en el que el alcohol no tiene sexo, edad ni etapa vital. La serie lo refleja a la perfección. Hoy, ya más lejos de esa convivencia etílica, el centro de atención se sitúa en lo que el fino camisón de Betty deja ver: un avanzado tercer trimestre de embarazo. Quizás el mensaje sí ha calado.

¿Un poco de alcohol no puede hacer daño? ¿Qué interpretamos como “poco”? ¿Poco una vez o poco cada vez? ¿Cuántas veces? Luisa Zuccolo reconoce el problema ético y moral que conlleva una investigación en este campo: “Ocurre que para conseguir una mejor evidencia sobre los verdaderos efectos del alcohol en el embarazo se deben llevar a cabo ensayos controlados aleatorios, y estos no son éticos: no podemos asignar aleatoriamente a las mujeres embarazadas grupos de consumo y de abstinencia, y comparar cómo se desarrollan sus bebés”.

Pero además está la cuestión de cómo afecta el consumo de alcohol en lo individual. Según Consuelo Guerri, investigadora y jefe del laboratorio de Patología Celular del Centro de Investigación Príncipe Felipe, en humanos influye el peso de la madre, la alimentación, si se ha tomado el alcohol con o sin comida (esto último, según Guerri, es importante por los picos de alcohol en sangre que pasan al cerebro inmediatamente) y las diferencias genéticas. “Es imposible hablar de una dosis segura porque depende de muchísimas cosas. Como no sabemos cuáles son las características de cada mujer, no puedes asegurar que no pueda pasar nada porque tome alcohol, aunque sea en una cantidad mínima, durante el embarazo”, explica.