Andar en bicicleta tiene múltiples beneficios. A nivel físico, aumenta la capacidad pulmonar, mejora el ritmo cardíaco, elimina toxinas y promueve la secreción de endorfinas, adrenalina y cortisol, generando una sensación de bienestar físico. A nivel ecológico, es un medio de transporte sostenible que evita la emisión de humos y gases y disminuye el empleo de combustible. A nivel económico contribuye al ahorro porque moverse en bici ¡es gratis! Y, claro, también tiene beneficios a nivel psicológico, no sólo porque la secreción de endorfinas genera bienestar, sino porque según el principio de la cletaterapia la acción de pedalear ayuda a estar con la mente en el aquí y ahora, lo que permite estar concentrado en el tránsito al tiempo que se alivia el estrés y se disfruta del paisaje.

PEDALEO, LUEGO EXISTO. «Tenemos la costumbre de dividir al sujeto en cuerpo, mente y mundo externo. Este concepto es erróneo. Lo que nos pasa en el cuerpo modifica nuestra cabeza, y lo que pasa fuera de nosotros nos influye a nivel físico y mental. Andar en bicicleta evidencia esta unidad: los primeros minutos estás ansioso y pensando mucho; luego, tu cuerpo empieza a liberar toxinas y entrás en piloto automático gracias al ritmo, a la cadencia; sin embargo, tu mente está alerta, tomando decisiones en todo momento, manteniendo el equilibrio; al mismo tiempo podés disfrutar del paisaje, pero estás concentrado en el manejo. La acción prevalece al pensamiento y al sentimiento: el sujeto deja de pensar y sentir y simplemente actúa. Esa liberación de la mente, en esta sociedad de la perfección, es lo que necesitamos para evitar el estrés», explica el psicólogo especializado en deporte Diego Vargas. Parece que en lugar de recostarnos en el diván y hablar, conviene montarnos en la bici y pedalear. Para el especialista, pedalear tiene el efecto de una relajación o de las técnicas de visualización que muchas veces emplea con deportistas de alto rendimiento. «Pedalear permite que tu cabeza se vaya lejos, que te dejes llevar por la mente sin imponerle nada. Si uno intenta hacer cuentas mientras anda en bici o aferrarse a algún pensamiento, por ejemplo, a la idea de que te vas a caer, te caés», aclara el psicólogo.

«Si alguna vez al subir a la bici y empezar a pedalear tuviste la sensación de que tus actos ocurrían independientemente de tu voluntad y de que cuanto venías pensando se ponía en pausa, no necesito explicarte a qué me refiero. El zen lo llama presencia plena», redacta en su libro Bici Zen.

Ciclismo urbano como camino, Juan Carlos Kreimer, periodista especializado en rock, bici fan y «bici zen». Pedaleando se borra la preocupación de la tarea que va a llegar, la mente se vuelve más creativa, tal como afirma Vargas: «Muchas veces creemos que cuanto más preocupados estemos por un asunto, mejor lo vamos a resolver, cuando en realidad sucede exactamente al revés. ¿Nunca te pasó de estar en medio de la ducha o a punto de sentarte a comer y se te ocurre la solución al problema? Bueno, pedalear ayuda a que tu mente esté más creativa, más fresca y es entonces cuando el momento de ‘iluminación’ ocurre».

DEJARSE LLEVAR. «Somos este momento. Este momento es todo lo que tenemos. Por inasible que nos parezca», asevera Kreimer. Y aquí vale la aclaración: la bici fija no sirve. Así como para un runner correr sobre la cinta encerrado en un gimnasio no tiene el mismo resultado que correr al aire libre, para obtener los beneficios mentales de pedalear es necesario salir a la calle, a un parque o a una pista de ciclismo. Además, en la bici fija no hay que mantener el equilibrio por lo que, aunque a nivel químico tu cuerpo libere toxinas y genere endorfinas, tu mente nunca alcanzará el estado zen. Lo que es indistinto es si la bici la usas para pasear, para trasladarte o para hacer deporte.