La noticia de que HBO Max ha retirado temporalmente Lo que el viento se llevó de su catálogo de streaming, con vistas a recuperar la película en breve junto a una “explicación de su contexto histórico” ha generado toda clase de reacciones alteradas.

Ha habido acusaciones de censura, comparaciones por redes sociales y tertulias con el mundo de Fahrenheit 451 donde se quemaban los libros y, por lo general, se ha tomado la decisión como una claudicación a la corrección política en plena oleada de sensibilización antirracista con las nuevas manifestaciones de Black Lives Matter desatadas en EE UU y el resto del mundo tras la muerte de George Floyd a manos de un policía.

Es cierto que la actuación de HBO viene motivada por el clima de protestas, y por un artículo muy agresivo de John Ridley (guionista de 12 años de esclavitud) en Los Angeles Times pidiendo exactamente eso: que Lo que el viento se llevó fuera retirada de la plataforma por la idea romantizada que ofrece del esclavismo, con el fin de volver a ofrecerla acompañada de un marco crítico sobre su contenido.

No obstante, es el mismo método que se ha seguido al editar algunos dibujos animados de contenido ofensivo desde los parámetros actuales, dejando claro que cada obra es testimonio de su tiempo. O, más concretamente, de la visión del mundo que sus responsables tenían en aquel tiempo.

 

Porque Ridley no es ni mucho menos la primera persona en denunciar el componente racista de Lo que el viento se llevó, una de las películas más prestigiosas de la historia de Hollywood (empezando por sus 8 premios Oscar de un total de 13 nominaciones; ambas cifras récord en su momento. En 2017, y con las manifestaciones de supremacistas blancos en Charlottesville (Virginia) aún resonando, un cine de Memphis (Tennessee) decidió acabar con su tradicional reposición anual del filme por su retrato de las relaciones raciales en la época de la Guerra de Secesión.

Se refieren, por supuesto, a los esclavos negros de la plantación y el servicio doméstico de la protagonista, esa muchacha sureña llamada Scarlett O’Hara a quien interpretó con todo su arrojo Vivien Leigh. Con sus interpretaciones, ella y Hattie McDaniel (en el papel de la esclava doméstica Mammy) ganaron los dos únicos Oscar de actuación del filme.

McDaniel, que de ese modo fue la primera actriz afroestadounidense en ser nominada y ganadora de un Oscar, sin embargo no pudo acudir con el resto del equipo a la fastuosa premiere de Lo que el viento se llevó en Atlanta; las leyes vigentes en el estado de Georgia impedían que ella y el resto del elenco negro se sentara junto a sus compañeros blancos.

Entonces, ¿cuál es el contexto histórico de Lo que el viento se llevó al que hará alusión el marco que está preparando HBO? Tienen varios para elegir: el del desarrollo del argumento (1861-1873), el de publicación de la novela original y producción de la película (1936-1939) y uno no menos importante, el de su recepción e interpretación a lo largo de los años desde su estreno.

 

La novela de Mitchell

Lo que el viento se llevó, de la periodista Margaret Mitchell, acabaría ganando el premio Pulitzer y se convirtió en un bestseller prácticamente en el momento de su publicación en 1936, en plena recuperación de la Gran Depresión.

Nacida en 1900 en una familia acomodada de Atlanta, criada entre las historias de la Guerra de Secesión que le contaba su abuela y la lucha sufragista de su madre, Mitchell tardó varias desgracias personales en escribir (en orden cronológico inverso) la historia de iniciación de una muchacha llamada Scarlett O’Hara.

Siguiendo la pauta de las novelas de aprendizaje, la protagonista madura de la adolescencia a la edad adulta en el contexto de la Guerra de Secesión y la Reconstrucción estadounidense que vino después. Scarlett O’Hara es la hija de una rica familia sureña cuyo corazón se debate entre un rico heredero ya casado y un galán de Carolina del Sur (Rhett Butler) que la pretende y atrae irremediablemente.

Mientras ese drama romántico envuelve la evolución de la protagonista, de niña ingenua y malcriada a mujer fuerte y luchadora, de fondo están las atrocidades de la guerra y el sistema de esclavismo imperante en la época. La familia de Scarlett posee una plantación donde trabajan esclavos negros, y en casa está atendida por un equipo de esclavos domésticos que destacan por su docilidad y servidumbre.

Este último aspecto, una característica fundamental de la literatura proesclavista del siglo XIX, siempre escrita desde el punto de vista de los amos, cuyo último baluarte tardío podría ser Lo que el viento se llevó. El sistema de esclavitud en el que está sustentada la riqueza y posición social de la protagonista no pasa de ser un escenario pintoresco que, recreado por Mitchell unos 70 años después de la época, ya aparece teñido de melancolía romántica. Una idealización ejercida desde la postura dominante, claro.