El viernes pasado, el país lamentó la pérdida de Sandra Day O’Connor, una figura pionera que hizo historia como la primera mujer en ser nombrada para la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos. A sus 93 años, O’Connor falleció en su hogar en Phoenix, Arizona, después de una valiente lucha contra la demencia avanzada, posiblemente Alzheimer, y una enfermedad respiratoria, según anunció el máximo tribunal en un comunicado oficial.

La destacada carrera de Sandra Day O’Connor dejó una huella imborrable en la historia judicial y política de Estados Unidos. Nombrada por el presidente republicano Ronald Reagan en 1981, O’Connor rompió barreras y abrió camino como la primera mujer en ocupar un asiento en la Corte Suprema, un hito que allanó el camino para generaciones futuras de mujeres en la judicatura y en todas las esferas de la sociedad.

Sandra Day O’Connor, hija del suroeste de Estados Unidos, abrió un camino histórico como la primera jueza de la Corte Suprema de nuestro país, elogió el actual presidente de la Corte Suprema, John Roberts. Su determinación inquebrantable, competencia innegable y encantadora franqueza la convirtieron en un faro de inspiración para muchos, independientemente de su género.

A lo largo de sus casi 25 años en la Corte Suprema, O’Connor se ganó el respeto de colegas, abogados y ciudadanos por igual. Su enfoque no se limitó a cuestiones partidistas, y su capacidad para resistir ser encasillada políticamente la convirtió en una figura única en el tribunal. Siempre centrada en la aplicación justa de la ley, su legado es un recordatorio del poder de la imparcialidad y la integridad en el sistema judicial.

Barack Obama, quien otorgó a O’Connor la Medalla de la Libertad en 2009, expresó su pesar y recordó su contribución como una «peregrina que abrió un nuevo camino y construyó un puente detrás de ella para que todas las mujeres jóvenes pudieran seguirla.

La muerte de Sandra Day O’Connor marca el final de una era, pero su legado perdurará como un faro de luz que guía a quienes buscan la justicia y la igualdad en una sociedad en constante evolución. Su vida dedicada al servicio público y a la causa de la equidad deja un impacto duradero y un recordatorio de que el coraje y la determinación pueden transformar el paisaje de la historia.