El principal factor de riesgo para la aparición de cáncer de piel son las radiaciones solares. Aunque el verano es la estación del año en la que más nos protegemos frente al sol (las campañas de publicidad se realizan principalmente en esta época), lo cierto es que la exposición al sol es peligrosa en cualquier momento del año.
«En la piel, estas radiaciones son capaces de producir mutaciones en el material genético (ADN) de las distintas células que componen la piel e impedir su reparación, iniciándose así el proceso de la carcinogénesis o formación de un cáncer», explican desde la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).
Según se desprende del informe Buenos hábitos al sol de Helicare, realizado por Cantabria Labs, el 97% de los 3.700 encuestados es consciente de que unos malos hábitos pueden derivar en cáncer de piel, sin embargo el 66% sigue pensando que el bronceado es sinónimo de belleza. «Si partimos de esto, partimos mal», lamenta la dermatóloga y directora médica de este laboratorio, María Vitale. De hecho, la Academia Española de Dermatología y Venereología (ADEV) estima un 80% de los casos de cáncer de piel podrían reducirse con hábitos de fotoprotección saludables desde la infancia.
Ahora bien, ¿qué ha de contener una crema de protección solar para ser segura? La dermatóloga Teresa Truchuelo de la Clínica Grupo Jaén da la respuesta: «Ha de proteger frente a los rayos ultravioleta A (UVA), ultravioleta B (UVB), los infrarrojos y la luz visible. Así cubres todas las radiaciones. Esto se indica en la etiqueta».
¿Y qué factor de protección solar escoger? Aquí entra en juego la dosis eritematógena mínima, que es el tiempo que tarda cada tipo de piel en quemarse. «Las claras tardan menos y las oscuras más», explica la doctora Truchuelo. Así, el factor solar hace referencia a cuánto tiempo aumenta o nos protege más si llevamos la protección solar. Es decir, con un factor de protección 10, tardaremos 10 veces más en alcanzar esa dosis eritematógena. Y si llevamos factor 50, tardaremos 50 veces más en quemarnos. «Y por supuesto no son iguales. Un factor 50 nos protege de forma mucho más intensa que un factor 10», asegura la dermatóloga.
«Como mínimo hay que utilizar un factor 30, tal y como recomiendan las autoridades europeas y americanas. Si bien es cierto que entre los factores 50 y 100 no hay tantas diferencias como entre 10 y 50. Pero instamos a usar un factor alto ya que la gente suele utilizar bastante mal la fotoprotección: se ponen poca cantidad y fallan en la reaplicación», apunta María Vitale.
Las cremas pueden basarse en filtros químicos, que contienen sustancias que absorben y dispersan la luz, o filtros minerales, indicados especialmente para las pieles atópicas o con dermatitis, embarazadas, niños pequeños o después de tratamientos con láser, que contienen partículas minerales como el óxido de zinc y de titanio que reflejan la luz solar. Como complemento a las cremas existen en el mercado cápsulas o fotoprotectores orales, que se presentan como fotoprotectores adicionales que complementan a los tópicos porque «llegan a todos los rincones de los casi dos metros cuadrados que tenemos de piel en nuestro organismo», explica la doctora Vitale.